Antes que anochezca

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“Nunca he podido comprender muy bien la locura, pero pienso que las personas que la padecen son una especie de ángeles que no pueden soportar la realidad que los circunda y de alguna manera necesitan irse hacia otro mundo.”

Primero que todo hay que decir que Antes que anochezca de Reinaldo Arenas es un relato mesurado a pesar de tanta maldad impuesta sobre el autor. En la primera mitad del relato hay mucho erotismo marcado por lo anecdotario, el humor y los chismes literarios de una isla donde siempre se sabe lo que pasa, como pueblo de provincia. La segunda mitad, desde el apartado (la cárcel) del Morro el relato es una secuencia de maltratos y el tanteo de los límites de lo humano, el lenguaje, y la resistencia física. Lo mas admirable es el tono que emplea Arenas para relatar las barbaridades que cometían contra él. Hay sin embargo algunas ideas de ambas partes que quisiera recopilar -mas para mis propósitos, no olvidarlas, repasarlas, ensayarlas con otras líneas- que para idealizar o enaltecer principios.

Hacia la mitad del libro cuando Arenas nos cuenta sobre la sexualidad que se vivía en la cárcel, un presidiario es asesinado por acostarse con alguien mas y despertar los celos de su amante. Arenas dice: “le salió cara aquella salida” o algo por el estilo. Después agrega, “todo placer sexual sale caro al final,” a él lo encarcelan en el morro y lo ultrajan de cien maneras por años por vivir una sexualidad sin muchas reglas, pero para los que vivimos otras vidas menos accidentadas que la de Arenas la frase también resuena. Ser infiel puede costar humillaciones, aislamiento y estigmatización; así mismo, pasar fornicando con otros por solo placer de vivir puede conducir fácilmente a celos de terceros, a contagiarse de alguna enfermedad de por vida o a la muerte.

En fin, el sexo es caro, y en Antes que anochezca se paga de varias maneras: embarazos no deseados, abortos, depresiones, o simplemente soledad. Si este ejercicio de la sexualidad se desvía de las normas de lo heteronormativo el precio, como hemos leído en sus memorias, es aun mayor. En una de las visitas de su madre a la cárcel del Morro, Arenas describe la vergüenza que su madre lo viera en aquellas condiciones y su preferencia, al menos en su caso, de tratar de vivir lejos de ella. “Tal vez todo hijo debe abandonar a su madre y vivir su propia vida. Desde luego son dos egoísmos en pugna: el de la madre que quiere que seamos de acuerdo con sus deseos y el nuestro queriendo realizar nuestras propias aspiraciones.” En cierto sentido esa frase alberga algo (emoción, sentimiento, afecto) que subraya toda relación entre madre e hijo. “Dos egoísmos en pugna,” son naturalmente dos egoísmos enfrentados, pero también se entienden como dos egoísmos en continuo castigo, o condenados, impugnados. Es decir, en esta relación, los dos están sentenciados a vivir una línea de escape que no puede nunca ser la que el otro espera de nosotros, y viceversa; pero además uno esta condenado a recibir falsos elogios, alientos y aprobaciones que las dos partes al final entienden que posen pequeñas fugas dentro de su operación afectiva: no hay elogio sin su contraparte -aun mismo pequeña y escondida pero presente- que desbarata el enunciado y su efecto en el otro, y así con el resto de gestos que siguen líneas parecidas. Al final son condenas sin escape, sin fuga: uno no puede “des-hijar” un hijo o “des-madrar” su madre, por mas que quiera, es imposible dejar de ser hijo de la madre así se produzcan cien pronunciamientos hacia este propósito. No hay escape de esta relacion, ni tampoco redención.

En otras ocasiones Arenas describe con admirable sencillez eventos vividos en su propio cuerpo que sobrepasan la imaginación de cualquier lector y ciertamente la tenacidad para sobrellevar ese tipo de vida sin echarse a morir. Intenta de salir de la isla nadando en una goma de auto, cruza ríos infestados de caimanes para alcanzar la bahía de Guantánamo, escribe novelas para luego descubrir que cientos de hojas de manuscritos han sido destruidas, la delación inesperada de amigos y compañeros, las condenas en el Morro, en los campos azucareros, en otras cárceles, las torturas, los intentos de suicidio fallidos… Arenas cuenta todo esto usando un tono limpio, con palabras llanas y sin detenerse mucho en elucubraciones existenciales. Este es uno de sus principales aciertos.

Podría rescatar decenas de vivencias pero poco valor tendría recopilar una suerte de inventario de lo ajeno. Lo que si me gustaría hacer es anotar la belleza de esta sencillez y la percepción de Arenas para notar cosas que se escapan a primera vista sin entrar en oscurantismos ni discusiones de mas. Alguna vez Arenas narra como el erotismo y la ternura pueden cohabitar en un cuerpo que administra violencia de manera innecesaria contra entidades aparentemente secundarias y de todas formas inocentes: un día Arenas, caminando por la playa hace amistad y se acuesta con un chico que conoce allí mismo, el bello joven había cazado un cangrejo y lo llevaba atado a un hilo como una pequeña mascota: un cuadro sencillo pero simpático. Arenas y este joven se enganchan y tienen relaciones en una caseta en la playa pero al despedirse Arenas se da cuenta que lo han robado y no tiene ni para tomar el bus de vuelta a casa. Sale a buscarlo por toda la playa pero no lo encuentra. Al final, se topa con el cangrejo destrozado en una pared. “El bello adolescente había desaparecido sin dejar ni siquiera el cangrejo como testigo del robo.” Esta es una imagen vital para poder entender tal vez de manera muy concreta y a la vez estrecha la naturaleza de esta pulsión de muerte y de deseo que nos habita tal vez de manera latente. Hay escritores que junto con Arenas han sabido trazar la línea que en vez de separar une estos afectos que habitualmente separamos de manera automática. La ternura y la violencia: en el cuento “Baader Meinhof,” el escritor norteamericano Don Dellilo ensaya asociaciones similares pero extrañas: el terror y el deseo, el deseo sexual pero también el impulso de cuidar, de proteger; el afecto, pero el ejercicio de la propia violencia contra el mismo objeto de deseo. En el caso del cangrejo el contraste es aun mayor pues la brutalidad se descarga sobre el animal que durante la primera descripción apoyaba la relativa imagen de la inocencia y la belleza del joven.

Arenas parece entender que los seres mas bellos y tal vez mas inofensivos se tornan aun mas macabros cuando desatan su rabia contra otros. Podríamos asignar un papel metafórico de la experiencia y contemplar a Fidel Castro como el joven que robó todo un país; que tras seducir a los cubanos y al mundo desvalijo a la isla de sus propiedades y de su futuro, arrojando con violencia a las cárceles al ostracismo o al exilio a los que conspiraban otros sueños.

 

Paradiso: la búsqueda de un nuevo lenguaje

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Qué se puede escribir acerca de Paradiso que sea original y fresco, todo y nada? Qué decir sobre un laberinto (sin perdición) del cual mucho o todo se ha dicho por otros?
Podría comenzar consolandome: Paradiso, hasta donde he logrado arar mi camino -mitad del capitulo IV- es un relato tan denso que nos desanima, un fruto tan sabroso y concentrado que nos lastima la ilusión sensorial, una épica tan enarbolada que no se puede separar que sus adornos. Como muchos me encuentro a una obra que reta el uso de la razón organizativa, como muchos la frustración vence inevitable sobre el propósito de lectura, como muchos no logro superar todos los aparatos retóricos que se despliegan sin pudor. Pero dejando el susto y la ansiedad (creo que la ansiedad es parte constituyente del acto de leer, específicamente en los segundos y partículas de segundos que demora la creación de significado) de lado podríamos arriesgar algunas notas y elaborar un comentario no del todo mediocre. Inevitable comentar sobre Paradiso y no aludir a la forma: ya se ha dicho desde que salió de la casa de imprenta por alla por el ’66: Es un desfile de lo barroco en su esplendor, agregaría yo un barroco europeo, específicamente sur europeo (que recordemos se desenvolvía ferozmente contra las estéticas austeras y los preceptos radicales del protestantismo naciente) combinando toda la riqueza del crisol de razas de aquella region con la fuerza americana expresada en la fauna, la naturaleza, las comidas, los sabores, el temperamento de sus productos mestizos, la condición que trae el clima, en fin todo lo que deslumbraba a los europeos. Eso a grandes rasgos constituye la caja de herramientas que LL usa para la forma de su novela (podríamos especular que seria una antinovela) claro esta, agregándole el imaginario del mundo clásico y de la España pre-expulsion.
Y es debido al uso salvaje y sabio que LL adjudica a la forma (el deber de formar y desformar nuestro pensamiento como a el le antoja mas de una vez) que Paradiso mas que una novela es una manera de pensar. Consiste en un manual de instrucciones para empezar a operar nuestras lineas de pensamiento en relación al lenguaje y la función narrativa: LL nos echa encima promiscuamente metáforas similes, relaciones, equivalencias muy de su gusto y así convierte el texto en un espacio denso de lecturas tupidas; inevitable en creación polisemantica. LL, creo yo, quiere enseñarnos a pensar de otra manera, como un padre le enseña a su hijo las reglas del lenguaje y lo obliga a ceñirse a las convenciones, así mismo el libro nos quiere hacer descubrir -como clarifica en el epígrafe una nueva tarea, un reto… “para que los jóvenes insistan en lo que no comprenden, que vuelvan sobre lo que no entienden porque al final los ojos se abrirán ante un mundo maravilloso.” Para que, y esta es mi especulación cuya próxima y conjunta evaluación agradezco ocurra mañana, nos alejemos de un lenguaje automático que -mas que gastado por los requerimientos del orden económico de un capitalismo avanzado- se encuentra ya mutilado, evacuado de cualquier anclaje y subsirviente a las demandas y juicios valorativos que emergen en la época: eficiencia, lenguaje de consumo, prioridades de digestion, un lenguaje subordinado a la maxima ampliación del capital y el mínimo uso de energía. LL quiere crear el idioma en su riqueza para que esta se vea reflejada en las experiencias propias.
Mencioné “antinovela,” acá doy crédito a los comentarios de Eloisa donde ella misma especula que en vez de novela estaríamos frente a un mamut pero antinovelesco. Según su tesis “Paradiso no busca exhaustiva descripción de caracteres ni la construcción de acción.” Siendo esto lo que define la novela. Ella se decide por “antinovela” porque Paradiso cuadra bastante bien con su sentencia “LL en su libro busca una difusa descripción de caracteres y lugares y suma de acciones o lo que uno asume que son acciones episódicas, autónomas, fragmentarias como la vida.” Agregaría yo que LL busca constante pero también desorientadamente el resplandor de la poesía; el resplandor perdido. La tesis de Eloisa me entretiene aunque me gustaría escuchar algunas respuestas en la sesión mañana. Si modulamos otra definición seguramente encontraremos otra variable. De alguna manera el ejercicio de la hermenéutica se asemeja a la investigación histórica, “los historiadores buscan sus propias fuentes para contestar su preguntas prefabricadas.”
Por ahora mido mis pensamientos y confieso que Bruno ha dado en la diana al recordarnos cuan maleables somos y cuan descentrada esta lo que mal llamamos “identidad;” uno leyendo LL se deja moldear, así como se deja cuando se lee a otros. La diferencia es la fuerza.

Notas marginales:
Paradiso me parece mas que un Lam un Portocarrero.
Mucha comida, pero no como comida sino como símbolos usados desde su exoticidad su capacidad especulativa.
Los niños hablan como el narrador!
LL inventa sus palabras con elocuente arrogancia fascinante.