Joel, o el rodearse de cosas bellas

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Hace algunas semanas había leído en algún volumen de Michel Foucault sus discusiones sobre la moral y la ética de los griegos en la antigüedad. La lectura fue rápida y desordenada pero recuerdo que una frase me cautivó. Hoy día ya creo haber olvidado el argumento que Foucault exponía pero recuerdo la sentencia con claridad: los griegos mas ricos tenían como meta vivir rodeados de objetos hermosos y dejar como legado a los más jóvenes, imagenes y métodos sobre cómo vivir una vida rodeada de belleza. La cita no me abandonó pero tampoco se hizo útil sino hasta que una conocida me comentó que tiene un amigo centroamericano –Joel- que publica fotografías y trinos (tweets) en sus redes sociales sobre sus momentos cotidianos en compañía de su nueva esposa. Esta amiga agregaba que le fastidiaban y a la vez la alegraban. Al principio no supe qué decir, pero después recordé la frase de Foucault sobre la relación de los antiguos con lo estético y le propuse esta tesis adaptada al evento de su amigo y sus continuos posts.

Entonces le recordé lo que había leído y le comenté que no había nada condenable en querer no solo rodearse de objetos que ofrezcan placer estético sino en exponer publicamente sin mesura estas experiencias frente al evento de la experiencia inmediata del arte. Lo que Joel estaba haciendo seguramente sin darse cuenta era no solo compartir esa belleza que lo rodeaba en determinado instante sino envasarla en unas líneas y diseminarla por sus redes sociales para reproducir esa belleza. Al crear un mensaje y agregarle la foto de su picnic de medianoche y de cielo abierto, Joel estaba rodeado de placer estético sobresaliente pero además creaba su propia obra y al hacerlo, toda la estructura de la plataforma digital se movía a su favor y le permitía difundir su evento estético de manera también estética. Joel en este evento lograba rodearse de un objeto más (su post) en su búsqueda inconsciente tal vez de lo estético y su manifestación.

Pensando en Joel y en la sociedad digital se podría decir que en realidad la sentencia de Foucault no solo aplica a los antiguos sino que se produce y reproduce aún con más ímpetu en nuestros días, pues ¿qué perfil o qué cuenta digital personal no está de alguna manera estétizada para producir una suerte de bienestar efímero y casi imperceptible frente a la experiencia de formas y estructuras que se articulan bajo el funcionalismo ornamental? Además, tal vez hoy el criterio más dominante de nuestros días (¿ideología?) -aparte del imperativo de labor y acumulación de capital- sería el de llevar vidas plenas, en harmonía imposible con los requerimientos externos del capital, donde el cuerpo sano, bien nutrido y bien vestido se convierte en la norma y el paradigma de la normatividad de la aparición (lo que se ve, lo que aparece), la ciencia que regula que tipo de cuerpos aparecen y en qué modo. No estamos entrando quizás a la era de la imagen vacía, del paquete en si mismo, de la superficie como fin en sí misma más allá de cualquier preocupación por el contenido.? No es ésta la era que ya Debord había pronosticado y había descodificado en su sociedad del espectáculo? Lo que me atrae a estos lineamientos contemporáneos impuestos por el capital bajo el funcionamiento neoliberal, es el carácter dominante y rígido que nos empuja hacia la estétizacion total del cuerpo a la construcción de vidas rodeadas de excesos de belleza y con la frívola pero inconsciente intención de dejar retratos de juventud bellos para el porvenir incierto y no-vivible, el futuro retrato que aguarda la hora de su descubrimiento en muchos años, ya cuando seamos solo huesos secos o cenizas.

Cada día se reifica mas la idea de la belleza y la inmediatez de la obra de arte como un ejercicio de estetas donde todos podemos ser nuestro propio “agente de imagen,” un oficio restringido en el pasado solo a los ultra-ricos o la monarquía, un orden socio-económico-estético donde el objetivo no es tanto acumular y vivir bien sino construir una vida material y una digital dramáticamente bella, donde culminen nuestros esfuerzos más banales, pero donde se condensen en una sola imagen, tal vez sin darnos cuenta, las contradicciones y los rasgos más salvajes del capitalismo de fase avanzada bajo el cual vivimos. En esta imagen para el futuro, en este retrato perfecto, en esa cara ahora muy real (y algún día deshecha) concluyen muchas horas y mucha energía almacenadas solo como registro de vida, de belleza, de una aspiración momentánea ante la eternidad o alguna fantasía similar del ego y la subjetividad bajo el signo de la vanidad.

Recuerdo a mi amiga y a los muchos que acumulan una serie de días banales que llaman vida. Recuerdo a esta joven como puedo imaginarme a mil y pienso que no seria muy descabellado arriesgar la tesis de que al final, en vista que sus días no serán rememorados por nadie, ni su contribución a la sociedad premiada y loada como se alaba a las celebrities del mundo, en vista de este prospecto inminente de desvanecer y de no-ser, un abismo de terror, un horror vacui es apaciguado mediante la distracción y la plenitud momentánea de impregnar los medios de registro y la memoria ajena con imágenes ante todo bellas. En el mundo neoliberal, éstas no tienen que ser normativas, pero lo que si tienen que ser -y a veces su única justificación explícita esta basada en esto- es bellas, que provoquen placer ante la mirada del otro, que produzcan ante todo el deseo del otro para recordar a Lacan.

Si Joel se enmarcaba en un entorno relativamente bello y no solo lo vivía y experimentaba en la inmediatez de su subjetividad, sino que lo congelaba y lo aseguraba en el formato de una imagen deficiente pero muy duradera lo hacía en parte para dejar a esos otros que nos van a sobrevivir el testamento (o la ilusión) de una existencia no solo útil, productiva, provechosa para el grupo o para el clan familiar, sino en última instancia bella, completa; formada por líneas, colores y texturas (al menos como ha quedado en su intención y logro fotográfico) placenteras al espectador lejano y al mismo tiempo altamente fantasmagórico. Pues si algo nos dice la foto de un joven tomada y entendida o mas bien asumida de vieja data, es la actual e innegable cesación del ser. No solo del retratado sino secundariamente del espectador, quien al entrar en la inmediatez de la fotografía se precipita sin saberlo hacia el memento mori. Ya lo decia Rolland Barthes.

En este contexto tampoco no estaríamos muy lejos -aunque valdría la pena asegurarse de inconsistencias inadvertidas- de poder usar la concepción del teórico y documentalista Harun Farocki sobre la imagen operativa para entender como estas imágenes que construimos para el presente y para el futuro postmortem son imágenes que propulsan a actuar, en específico propulsan a otros hacia la acción, en este caso la imitación del afán estético y evitar el horror al vacío que acecha la subjetividad neoliberal.

Sea como sea, parece que hoy no basta con acumular, contribuir a la sociedad o convertirse en seres reproductores de la subjetividad nacional-capitalista. La tarea cada día más accesible -y hecha acaso una suerte de obligación moderna en estos días- es acaso la producción y la documentación del cuerpo propio, de la experiencia y de la inmediatez del evento (conscientemente para el yo mismo y para el otro presente, inconscientemente para el otro aguardando en algún rincón del devenir) registrado bajo los parámetros estéticos aceptados por la contingencia de nuestros días.

 

 

Antes que anochezca

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“Nunca he podido comprender muy bien la locura, pero pienso que las personas que la padecen son una especie de ángeles que no pueden soportar la realidad que los circunda y de alguna manera necesitan irse hacia otro mundo.”

Primero que todo hay que decir que Antes que anochezca de Reinaldo Arenas es un relato mesurado a pesar de tanta maldad impuesta sobre el autor. En la primera mitad del relato hay mucho erotismo marcado por lo anecdotario, el humor y los chismes literarios de una isla donde siempre se sabe lo que pasa, como pueblo de provincia. La segunda mitad, desde el apartado (la cárcel) del Morro el relato es una secuencia de maltratos y el tanteo de los límites de lo humano, el lenguaje, y la resistencia física. Lo mas admirable es el tono que emplea Arenas para relatar las barbaridades que cometían contra él. Hay sin embargo algunas ideas de ambas partes que quisiera recopilar -mas para mis propósitos, no olvidarlas, repasarlas, ensayarlas con otras líneas- que para idealizar o enaltecer principios.

Hacia la mitad del libro cuando Arenas nos cuenta sobre la sexualidad que se vivía en la cárcel, un presidiario es asesinado por acostarse con alguien mas y despertar los celos de su amante. Arenas dice: “le salió cara aquella salida” o algo por el estilo. Después agrega, “todo placer sexual sale caro al final,” a él lo encarcelan en el morro y lo ultrajan de cien maneras por años por vivir una sexualidad sin muchas reglas, pero para los que vivimos otras vidas menos accidentadas que la de Arenas la frase también resuena. Ser infiel puede costar humillaciones, aislamiento y estigmatización; así mismo, pasar fornicando con otros por solo placer de vivir puede conducir fácilmente a celos de terceros, a contagiarse de alguna enfermedad de por vida o a la muerte.

En fin, el sexo es caro, y en Antes que anochezca se paga de varias maneras: embarazos no deseados, abortos, depresiones, o simplemente soledad. Si este ejercicio de la sexualidad se desvía de las normas de lo heteronormativo el precio, como hemos leído en sus memorias, es aun mayor. En una de las visitas de su madre a la cárcel del Morro, Arenas describe la vergüenza que su madre lo viera en aquellas condiciones y su preferencia, al menos en su caso, de tratar de vivir lejos de ella. “Tal vez todo hijo debe abandonar a su madre y vivir su propia vida. Desde luego son dos egoísmos en pugna: el de la madre que quiere que seamos de acuerdo con sus deseos y el nuestro queriendo realizar nuestras propias aspiraciones.” En cierto sentido esa frase alberga algo (emoción, sentimiento, afecto) que subraya toda relación entre madre e hijo. “Dos egoísmos en pugna,” son naturalmente dos egoísmos enfrentados, pero también se entienden como dos egoísmos en continuo castigo, o condenados, impugnados. Es decir, en esta relación, los dos están sentenciados a vivir una línea de escape que no puede nunca ser la que el otro espera de nosotros, y viceversa; pero además uno esta condenado a recibir falsos elogios, alientos y aprobaciones que las dos partes al final entienden que posen pequeñas fugas dentro de su operación afectiva: no hay elogio sin su contraparte -aun mismo pequeña y escondida pero presente- que desbarata el enunciado y su efecto en el otro, y así con el resto de gestos que siguen líneas parecidas. Al final son condenas sin escape, sin fuga: uno no puede “des-hijar” un hijo o “des-madrar” su madre, por mas que quiera, es imposible dejar de ser hijo de la madre así se produzcan cien pronunciamientos hacia este propósito. No hay escape de esta relacion, ni tampoco redención.

En otras ocasiones Arenas describe con admirable sencillez eventos vividos en su propio cuerpo que sobrepasan la imaginación de cualquier lector y ciertamente la tenacidad para sobrellevar ese tipo de vida sin echarse a morir. Intenta de salir de la isla nadando en una goma de auto, cruza ríos infestados de caimanes para alcanzar la bahía de Guantánamo, escribe novelas para luego descubrir que cientos de hojas de manuscritos han sido destruidas, la delación inesperada de amigos y compañeros, las condenas en el Morro, en los campos azucareros, en otras cárceles, las torturas, los intentos de suicidio fallidos… Arenas cuenta todo esto usando un tono limpio, con palabras llanas y sin detenerse mucho en elucubraciones existenciales. Este es uno de sus principales aciertos.

Podría rescatar decenas de vivencias pero poco valor tendría recopilar una suerte de inventario de lo ajeno. Lo que si me gustaría hacer es anotar la belleza de esta sencillez y la percepción de Arenas para notar cosas que se escapan a primera vista sin entrar en oscurantismos ni discusiones de mas. Alguna vez Arenas narra como el erotismo y la ternura pueden cohabitar en un cuerpo que administra violencia de manera innecesaria contra entidades aparentemente secundarias y de todas formas inocentes: un día Arenas, caminando por la playa hace amistad y se acuesta con un chico que conoce allí mismo, el bello joven había cazado un cangrejo y lo llevaba atado a un hilo como una pequeña mascota: un cuadro sencillo pero simpático. Arenas y este joven se enganchan y tienen relaciones en una caseta en la playa pero al despedirse Arenas se da cuenta que lo han robado y no tiene ni para tomar el bus de vuelta a casa. Sale a buscarlo por toda la playa pero no lo encuentra. Al final, se topa con el cangrejo destrozado en una pared. “El bello adolescente había desaparecido sin dejar ni siquiera el cangrejo como testigo del robo.” Esta es una imagen vital para poder entender tal vez de manera muy concreta y a la vez estrecha la naturaleza de esta pulsión de muerte y de deseo que nos habita tal vez de manera latente. Hay escritores que junto con Arenas han sabido trazar la línea que en vez de separar une estos afectos que habitualmente separamos de manera automática. La ternura y la violencia: en el cuento “Baader Meinhof,” el escritor norteamericano Don Dellilo ensaya asociaciones similares pero extrañas: el terror y el deseo, el deseo sexual pero también el impulso de cuidar, de proteger; el afecto, pero el ejercicio de la propia violencia contra el mismo objeto de deseo. En el caso del cangrejo el contraste es aun mayor pues la brutalidad se descarga sobre el animal que durante la primera descripción apoyaba la relativa imagen de la inocencia y la belleza del joven.

Arenas parece entender que los seres mas bellos y tal vez mas inofensivos se tornan aun mas macabros cuando desatan su rabia contra otros. Podríamos asignar un papel metafórico de la experiencia y contemplar a Fidel Castro como el joven que robó todo un país; que tras seducir a los cubanos y al mundo desvalijo a la isla de sus propiedades y de su futuro, arrojando con violencia a las cárceles al ostracismo o al exilio a los que conspiraban otros sueños.