Los ríos profundos – entre la identidad y la negación (Peru No.5 General)

Rios Profundos Pachachaca

Los ríos profundos constituyen mi primer contacto con el indigenismo y como tal, una oportunidad de reevaluar la literatura latinoamericana por fuera de los límites academicistas tales como el realismo social, el realismo mágico, novela de la revolución, etc. El libro transcurre como quien asiste a un atento desguazar de los géneros literarios tradicionales; así mismo, es quizás el libro que más digresiones externas incluye del cual tengo memoria como lector adulto. Naturalmente, ya se ha observado que capítulos enteros contienen amplias explicaciones como extraídas de un tratado de antropología andina: las divagaciones sobre la importancias del ¨zumbayu¨ o el trompo en la cultura del altiplano peruano; las creencias ancestrales que le otorgan cualidades espirituales a las formaciones geológicas más imponentes tales como ríos, abismos y peñascos; la organización de las haciendas y de los pongos con toda su jerarquía y división de labores. Esto no constituye una crítica per se sino más bien una apreciación que trata de entender mejor la novela: de entender cómo el entramado (con sus exigencias de género, de desarrollo narrativo, y de formación de personajes primarios y secundarios) se posiciona en relación a los intereses de Arguedas para incluir intermisiones académicas sobre diferentes aspectos de la cultura criolla del sur del Perú. Es aparente que Arguedas se enfrenta a una labor de doble trabajo, pues no solo se trata de organizar una novela coherente y fértil -sino que tiene que insertar dentro de ésta- las particularidades de una cultura -completamente desconocida para el lector no peruano- y muchas veces discriminada y prejuiciada por el lector nacional. El mérito de Los ríos profundos consiste en saber incluir dentro de la trama (y los requisitos de la forma) las expresiones del repertorio cultural inca sin desmedirse hacia uno u otro extremo: es decir, sin escribir una mala novela con considerable información sobre la cultura del altiplano, o a su vez, un tratado mediocre o ensayo novelado con una trama que espera su desarrollo en potencialidad. Los ríos profundos es excepcional por la formalidad con que Arguedas maneja el lenguaje. Parece irreal que Ernesto, un joven de 14 años, converse y reflexione con una seriedad tan grave. Sus observaciones sobre la ternura con que su padre lo cobijaba durante sus viajes, sobre la repugnancia de Lleras y la pose intelectual de Valle, sus meditaciones sobre los paisajes andinos, los templos y las ruinas incas, parecen ser escritas por un Borges o un Faulkner más que por Ernesto mismo.

Pero considerando la novela dentro de la corriente indigenista tendría que apuntar ciertas dudas que prefiguran dentro de la relación de imaginario indigenista y la subjetividad de la novela. Si el indigenismo se basa en rescatar al indio en la representación porque ha sido humillado históricamente, porque tiene que defenderse constantemente contra el gamonal y contra la naturaleza, ¿Cómo podríamos evaluar la novela dentro de dichos parámetros? En Los ríos profundos, la figura del indio no es explícitamente defendida ni por Ernesto ni por Arguedas mismo quien a través del narrador y de sus personajes primarios esboza un perfil que parece más un simpatizante algo reservado que una militancia revolucionaria. Naturalmente, en la novela asistimos (aunque con algo de pudor por parte del narrador) al sufrimiento indígena en las haciendas, al funcionamiento de la iglesia como parte de estructuras de poder opresivo; pero nunca se presenta una declaración de indignación escrita como una carta abierta al mundo en clave de divulgación como en Huasipungo, o un conflicto objetivo marcado por abusos entre clases e intereses políticos como en El mundo es ancho y ajeno de Ciro Alegría. Tal vez, la defensa acá sea más sutil y este acompasada en el ámbito del ¨rescate¨ del indio desde lo cultural: me refiero al gesto de Arguedas al incluir los dos lenguajes sin una apología directa y especialmente, al trato que le ofrece a la tradición oral expresada en lírica y en los cantos que se entonan en las chicherías y en el internado. Parece que Arguedas prefiere refugiarse en la atmósfera del sur peruano -marcada por una influencia altamente autobiográfica referente al periodo de su niñez- donde explora el lado místico de la cultura del altiplano, el paisaje y la inmensa afección que experimenta cuando rememora a su padre. Este es un motif notable dentro de la narración, aunque la recurrencia a veces un tanto repetitiva a buscar consuelos para sus tristezas de niño alienado en la expresión melancólica del indio, en sus llantos sus cantos puede empobrecer el texto a causa del prosaísmo.

En Los ríos profundos, Arguedas parece oscilar entre la exposición de las condiciones sociales, como justificación del texto en cuanto documento indigenista, y la tentación de crear una autobiografía de corte intelectual donde pueda complacer su individualidad en la estetica de los eventos de la niñez. A pesar de esta tensión, Arguedas tiende a tratar la problemática social con guantes -formales y temáticos. Cuando puede haber una confrontación climática o una contra respuesta por parte de las chicheras, Arguedas parece preferir un desescalamiento del conflicto pues las chicheras como sujeto oprimido convertido en colectividad con cierta agencia simplemente desaparecen. Doña Felipa solo deja un pañuelo como todo lo que sobrevive de la lucha colectiva objetificada en el conflicto por la sal. No hay repercusiones ni sucesores que conviertan esa opresión en una conciencia de masas y un proyecto para transformar las condiciones materiales. Tampoco hay una represión que encapsule algún tipo de preferencia dialéctica a la hora de leer la historia de la lucha por la libertad individual. Tal vez la fiebre del tifo y la invasión de los enfermos desde otras localidades puede interpretarse como la venganza que encuentran los habitantes de Abancay al negarse a abrir las puertas del puente y al destacar la guardia para evitar romper la cuarentena. No debemos olvidarnos que la fiebre proviene de la misma ruta por la cual escapó doña Felipa. ¿Será un juego de símbolos o mero requisito geográfico el que impulsó a Arguedas a repetir las rutas siendo a la vez ruta de escape y ruta de contaminación?, ¿Y qué podemos decir de la Opa? ¿Es mero capricho de recontar su niñez tal como sucedió o la podemos interpretar como alegoría de la brutalidad y el precoz apetito sexual de los estudiantes del internado? Al final, Ernesto huye de Abancay en medio de su delirio donde el cuerpo de la muerte flotando río abajo, la tentación de llegar más rápido a donde su tío hundiéndose en el río y la imagen del Lleras hecho un cuerpo desfigurado tiñe de inquietud un cierre un tanto ambiguo. Quizás esa ambigüedad refleja la propia de la conciencia del autor, quien desde su infancia se sintió excluido de ambos mundos por no ser un sujeto definido dentro de los bordes de lo normativo y simultáneamente rehusarse a ser excluyente frente a la identidad del otro.

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